El trasfondo de esto parece reflejar dificultades para reconocer al otro como diferente y autónomo, con identidad y derechos individuales, lo que a su vez afecta el bienestar psicológico y social. Cada vez se conocen mejor los efectos del maltrato verbal y de la manipulación de la información en el bienestar físico y psicológico de personas y grupos, así como su relación con la naturalización de la violencia o banalización del mal que parecen arraigarse cada vez más en la cultura y se termine por justificar toda forma de agresión humana.
Consideramos urgente asumir de forma responsable y comprometida la ética como una actitud, un modo de ser y de vivir en sociedad, en el sentido señalado por las principales corrientes de pensamiento que se han preocupado por el bienestar de la humanidad. Esa preocupación se ha expresado en diversas propuestas, entre ellas, las más importantes en este caso: la ética del cuidado, ética ciudadana, ética política y ética comunicativa.
Comunicar es un acto que mínimo involucra a dos personas que establecen una relación al emitir o recibir información. Dicha relación tiene, al menos, dos formas en que puede considerarse ética: por una parte, en la manera que nos configura como individuos y sociedad y, por la otra, en los compromisos que adquirimos al ser parte del acto comunicativo.
La primera se presenta en la medida en que la información comunicada no es un dato desconectado del contexto y sus emisores, ella se ve alimentada por las creencias, preferencias, deseos, actitudes, capacidades, experiencias y, en general, todos aquellos elementos que conforman la identidad personal y social del sujeto. En esta medida, comunicarse nos permite revelarnos como personas y, al mismo tiempo, entender que la relación que se establece con el otro no es unidireccional, sino que implica el principio de interdependencia y corresponsabilidad. Este principio significa reconocer los efectos de lo que hacemos y decimos en los demás, y, sobre todo, ser conscientes de la intencionalidad de dichos efectos. De igual manera se relaciona con aceptar que esa otra persona, por más distinta que sea a los gustos o preferencias individuales, es un o una semejante en cuanto ser humano. Por ello la ética como modo de ser y de vivir en sociedad requiere que seamos consistentes con el principio elemental de respeto de la dignidad humana.
En cuanto a los compromisos con la ética del acto comunicativo, estos pueden resumirse en la verdad y el cuidado del otro. Cuando una persona está comunicando algo, se presupone que la información transmitida corresponde con aquellas creencias que considera verdaderas; esto es la base de la confianza en los contenidos y en quien comunica. Se incumple este compromiso ético cuando se manipula la información y, en vez de buscar la verdad y objetividad, teniendo en cuenta los límites de estos conceptos, se privilegian intereses particulares.
Respecto al compromiso con el cuidado del otro, en diversos estudios se ha demostrado que se requiere sensibilidad moral, especialmente los sentimientos de empatía e indignación, los cuales facilitan, en general, las conductas prosociales; conductas necesarias para la construcción de una sociedad como la plasmada en la Constitución Nacional vigente, un objetivo por el cual debemos seguir aunando esfuerzos. Ya que la comunicación nos configura y representa como individuos, sus contenidos deberán corresponderse con este ideal, de tal modo que se estimulen y promuevan estos sentimientos morales en pro de la solidaridad en vez de la exclusión y la discriminación.
Por lo anterior, el grupo de trabajo Ética Psicológica hace un llamado a:
- Remplazar las prácticas de naturalización de la violencia por prácticas de convivencia pacífica y humanitaria.
- Garantizar una comunicación que refleje una comprensión honesta de la estrecha relación entre lo que hacemos y decimos y el ejercicio de los derechos humanos, pero, especialmente a la luz de los deberes como ciudadanos y ciudadanas.
- Desarrollar los sentimientos morales relacionados con el cuidado del otro a través de prácticas comunicativas consistentes con las propuestas éticas mencionadas.
- Evaluar los posibles efectos de los códigos y contenidos comunicacionales para tomar decisiones que eviten daños y riesgos sobre el bienestar psicológico y social.