- Reconocer y resaltar la importancia de la diversidad, dejando de lado la tendencia a ideas homogenizantes y totalizadoras: Si aceptamos los principios de una democracia participativa y deliberativa como mecanismo para la construcción de una sociedad justa, es necesario aceptar la realidad de las personas LGBTIQA+ y promover la deliberación como método por excelencia para identificar los principios éticos implicados en situaciones sociales difíciles en las que hay tensiones entre distintos intereses y necesidades, y se han desatendido las consecuencias de las prácticas de exclusión.
- Evitar posturas dogmáticas: La tendencia a arraigarse en una postura e intentar imponerla a los demás como el modo correcto de vida es el riesgo ético del paternalismo, y la negación de la autonomía y la dignidad del otro. Cuando nos encontramos en un debate radicalizado se puede tender a posiciones que lindan con el fanatismo y la desvalorización de las posiciones diferentes, hasta llegar a considerar a quienes las ostentan como enemigos a ser acallados y eliminados. Es indispensable reconocer las diferentes nociones de bien y de buena vida y el principio de respeto a la diferencia. Es posible aplicar en las relaciones interpersonales la objeción de consciencia que se utiliza en los procesos profesionales como una opción para limitar los daños que pueden generar los propios sesgos.
- Recordar el carácter crítico de la ciencia: El conocimiento científico no pretende la construcción de dogmas ni ideologías. Todo proceso de investigación y construcción de conocimiento parte de la evaluación de alternativas, hipótesis y el reconocimiento de que todo resultado puede ser modificado ante nueva evidencia. En el campo particular de la sexualidad y los estudios de género se cuenta con un fuerte acervo de investigaciones contemporáneas que, desde los aportes interdisciplinares, llevan a una constante actualización del conocimiento e invitan a la revisión permanente de sus procesos teóricos y metodológicos. Se debe tener en cuenta que ningún hallazgo científico puede ser usado para atentar contra los derechos humanos.
- Hacer uso de los hallazgos de la psicología y otras ciencias: La psicología social y la psicología política han informado sobre las consecuencias sociales de los movimientos radicales polarizados y de la politización de los temas del discurso público. Son bien conocidos los efectos de la estigmatización, la exclusión y deterioro de la cooperación y la solidaridad. En el caso de las personas, familias y comunidades LGBTIQA+ estos incluyen afectaciones importantes a su salud y bienestar, como lo reportan estadísticas oficiales (DANE, Instituto de Medicina Legal) y de organizaciones como Colombia Diversa. También son conocidos los efectos negativos (iatrogénicos) de la imposición de creencias y de los intentos por cambiar una orientación sexual (consultar bibliografía especializada, por ejemplo, en Google Académico y la exposición de motivos del PL 272 ya mencionado).
- Construir diálogo: Es urgente identificar y construir puentes para el intercambio de ideas y el reconocimiento de la legitimidad de las reivindicaciones sociales por la igualdad y la diversidad de las expresiones de la sexualidad y el género. Estos procesos, alimentados de la ciencia, permiten la negociación y conllevan a la ruptura del extremismo ideológico. Este es un llamado al diálogo razonable en el que se puedan reconocer los propios sesgos e intereses personales y, aun así, escuchar al otro. El principio de honestidad intelectual habría de aplicarse no solo al campo profesional, sino a todas las relaciones interpersonales en la cotidianidad, para ayudar a identificar y evaluar la influencia de las propias creencias y opiniones.
- Comprometerse con una convivencia pacífica. Las prácticas de violencia y exclusión se encuentran bastante arraigadas en la cultura, a pesar de los múltiples llamados por parte de la academia y organizaciones sociales, tanto en Colombia como a nivel mundial. Por eso es cada vez más importante un compromiso real, que implica emprender acciones coherentes y consistentes con una convivencia pacífica. Es necesario enfatizar de nuevo que en una democracia pluralista se debe hacer reconocer y valorar positivamente la diferencia, para lo cual es central construir un diálogo en el que primen: la escucha activa, la empatía y la asertividad (reconocer y expresar con respeto las emociones generadas por las posturas distintas); el respeto a la autonomía de las personas y grupos en el marco de los parámetros de la convivencia pacífica; la atención a los efectos del propio comportamiento en el bienestar de los demás, y la reflexión conjunta sobre los diversos intereses para encontrar convergencias que faciliten la construcción de una sociedad basada en principios de justicia e inclusión.