Viernes, 21 Junio 2024 12:56

Comunicado: una perspectiva ética para los debates de “ideología de género” - Junio de 2024

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Dos eventos recientes han hecho más notoria la álgida discusión en torno a las relaciones entre sexo, sexualidad y género: la celebración del Mes del Orgullo, Marcha del Orgullo, Movimiento LGTBIQA+, durante el mes de junio, y el trámite surtido en el Congreso del Proyecto de Ley 272 de 2024 Por medio del cual se prohíben los esfuerzos de cambio de orientación sexual e identidad y expresión de género (ECOSIEG) en el territorio nacional y se promueve la no discriminación por motivos de orientación sexual, identidad y expresión de género diversas en las redes de salud mental y otras instituciones y se dictan otras disposiciones.

El proyecto Ética Psicológica quiere hacer una invitación para tener un diálogo razonable sobre una temática que compromete emociones, intuiciones y creencias morales de las personas, así como también intereses políticos, todo lo cual ha llevado a extremos que dificultan la construcción de un sano debate. Existen quienes tildan de “ideología de género” a los procesos de construcción de una sociedad diversa e incluyente que respete los derechos de la población LGTBIQA+. También se presentan algunas defensas radicales del movimiento LGTBIQA+ que descalifican, de entrada y sin matices, los hallazgos y discusiones que se han dado en la biología y ciencias de la salud en torno al sexo y la sexualidad. Aún en este panorama, donde las creencias se encuentran tan distanciadas, es posible construir un debate deliberativo que permita fortalecer el sentido democrático de nuestra sociedad y entender sus dimensiones éticas.

De esta manera invitamos a:

  1. Reconocer y resaltar la importancia de la diversidad, dejando de lado la tendencia a ideas homogenizantes y totalizadoras: Si aceptamos los principios de una democracia participativa y deliberativa como mecanismo para la construcción de una sociedad justa, es necesario aceptar la realidad de las personas LGBTIQA+ y promover la deliberación como método por excelencia para identificar los principios éticos implicados en situaciones sociales difíciles en las que hay tensiones entre distintos intereses y necesidades, y se han desatendido las consecuencias de las prácticas de exclusión.
  2. Evitar posturas dogmáticas: La tendencia a arraigarse en una postura e intentar imponerla a los demás como el modo correcto de vida es el riesgo ético del paternalismo, y la negación de la autonomía y la dignidad del otro. Cuando nos encontramos en un debate radicalizado se puede tender a posiciones que lindan con el fanatismo y la desvalorización de las posiciones diferentes, hasta llegar a considerar a quienes las ostentan como enemigos a ser acallados y eliminados. Es indispensable reconocer las diferentes nociones de bien y de buena vida y el principio de respeto a la diferencia. Es posible aplicar en las relaciones interpersonales la objeción de consciencia que se utiliza en los procesos profesionales como una opción para limitar los daños que pueden generar los propios sesgos.
  3. Recordar el carácter crítico de la ciencia: El conocimiento científico no pretende la construcción de dogmas ni ideologías. Todo proceso de investigación y construcción de conocimiento parte de la evaluación de alternativas, hipótesis y el reconocimiento de que todo resultado puede ser modificado ante nueva evidencia. En el campo particular de la sexualidad y los estudios de género se cuenta con un fuerte acervo de investigaciones contemporáneas que, desde los aportes interdisciplinares, llevan a una constante actualización del conocimiento e invitan a la revisión permanente de sus procesos teóricos y metodológicos. Se debe tener en cuenta que ningún hallazgo científico puede ser usado para atentar contra los derechos humanos.
  4. Hacer uso de los hallazgos de la psicología y otras ciencias: La psicología social y la psicología política han informado sobre las consecuencias sociales de los movimientos radicales polarizados y de la politización de los temas del discurso público. Son bien conocidos los efectos de la estigmatización, la exclusión y deterioro de la cooperación y la solidaridad. En el caso de las personas, familias y comunidades LGBTIQA+ estos incluyen afectaciones importantes a su salud y bienestar, como lo reportan estadísticas oficiales (DANE, Instituto de Medicina Legal) y de organizaciones como Colombia Diversa. También son conocidos los efectos negativos (iatrogénicos) de la imposición de creencias y de los intentos por cambiar una orientación sexual (consultar bibliografía especializada, por ejemplo, en Google Académico y la exposición de motivos del PL 272 ya mencionado).
  5. Construir diálogo: Es urgente identificar y construir puentes para el intercambio de ideas y el reconocimiento de la legitimidad de las reivindicaciones sociales por la igualdad y la diversidad de las expresiones de la sexualidad y el género. Estos procesos, alimentados de la ciencia, permiten la negociación y conllevan a la ruptura del extremismo ideológico. Este es un llamado al diálogo razonable en el que se puedan reconocer los propios sesgos e intereses personales y, aun así, escuchar al otro. El principio de honestidad intelectual habría de aplicarse no solo al campo profesional, sino a todas las relaciones interpersonales en la cotidianidad, para ayudar a identificar y evaluar la influencia de las propias creencias y opiniones.
  6. Comprometerse con una convivencia pacífica. Las prácticas de violencia y exclusión se encuentran bastante arraigadas en la cultura, a pesar de los múltiples llamados por parte de la academia y organizaciones sociales, tanto en Colombia como a nivel mundial. Por eso es cada vez más importante un compromiso real, que implica emprender acciones coherentes y consistentes con una convivencia pacífica. Es necesario enfatizar de nuevo que en una democracia pluralista se debe hacer reconocer y valorar positivamente la diferencia, para lo cual es central construir un diálogo en el que primen: la escucha activa, la empatía y la asertividad (reconocer y expresar con respeto las emociones generadas por las posturas distintas); el respeto a la autonomía de las personas y grupos en el marco de los parámetros de la convivencia pacífica; la atención a los efectos del propio comportamiento en el bienestar de los demás, y la reflexión conjunta sobre los diversos intereses para encontrar convergencias que faciliten la construcción de una sociedad basada en principios de justicia e inclusión.
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