Principios de la Bioética Personalista

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Por Phronimos - Centro de formación en ética y ciudadanía
Universidad del Rosario

El personalismo, al menos desde el punto de vista filosófico, descansa en la idea según la cual, el ser humano debe ser el punto de partida de toda reflexión y práctica que se realice en el terreno de la ética (Williams, 2018). Esta afirmación, sin embargo, no parece ser del todo clara, ya que no resulta sencillo intuir algún proyecto ético o político que no ponga en el centro de la discusión el interrogante de su relación con el ser humano. En ese sentido, es probable que una buena manera de entender el papel que juega el concepto de persona al interior del personalismo, se de a través de su comparación con otro tipo de aproximaciones o ideologías que omiten el uso del concepto de persona y, desde ese lugar, privilegian análisis de naturaleza ética desde perspectivas macro-estructurales. Un ejemplo de este último enfoque son aquellos ejercicios que registran la realidad ética desde arriba, como sucede con las metodologías que piensan la enseñanza de la ética desde el punto de vista del adoctrinamiento.

Por Phronimos - Centro de formación en ética y ciudadanía
Universidad del Rosario

El personalismo, al menos desde el punto de vista filosófico, descansa en la idea según la cual, el ser humano debe ser el punto de partida de toda reflexión y práctica que se realice en el terreno de la ética (Williams, 2018). Esta afirmación, sin embargo, no parece ser del todo clara, ya que no resulta sencillo intuir algún proyecto ético o político que no ponga en el centro de la discusión el interrogante de su relación con el ser humano. En ese sentido, es probable que una buena manera de entender el papel que juega el concepto de persona al interior del personalismo, se de a través de su comparación con otro tipo de aproximaciones o ideologías que omiten el uso del concepto de persona y, desde ese lugar, privilegian análisis de naturaleza ética desde perspectivas macro-estructurales. Un ejemplo de este último enfoque son aquellos ejercicios que registran la realidad ética desde arriba, como sucede con las metodologías que piensan la enseñanza de la ética desde el punto de vista del adoctrinamiento.

El concepto de Persona en la ética

En este tipo de estrategias la ética es un atributo que se impone a los individuos a través de determinado tipo de ejercicios y prácticas que lo que buscan es la reproducción de valores y formas de interpretar en el mundo de forma acrítica. Aquí, el concepto de persona se convierte en un medio o una instancia dentro de la consecución de un fin; ya que, si se mira con cierto detalle, el objetivo último del adoctrinamiento es la inoculación de la idea y las herramientas que se necesitan para su apropiada difusión y operacionalización. El concepto de persona, y todas las implicaciones que este trae consigo, es desplazado en favor de una estructura lógica y procesual más amplia desde la que se imponen cosmovisiones que, de una u otra forma, terminan afectando la vida misma de los seres humanos. Por ejemplo, Williams afirma que posturas como el positivismo de Comte (y su teoría de los estadios del espíritu), así como las diferentes apropiaciones que se han hecho de la biología evolutiva de Darwin constituyen instancias ejemplares en las que el concepto de persona queda anulado en favor visiones de mundo que tienden a eliminar el valor individual del ser humano.

Ahora bien, tal vez uno de los aspectos más significativos del personalismo es su defensa de una idea muy particular del concepto de persona; un gesto que, trae consigo una serie de consecuencias, exigencias y limitantes que termina complejizando el terreno de la relación entre técnica y vida. En ese sentido, las posturas personalistas suelen rechazar enfoques que podríamos denominar como “materialistas”; aquellos esfuerzos que, por ejemplo, describen al ser humano desde el punto de vista de una especie animal que, a su vez, pertenece a una familia biológica mucho más grande, o como un organismo compuesto por determinado tipo de átomos. Tal y como lo hemos visto, el personalismo es incapaz de concebir la vida humana como un eslabón o una pieza más de una trama o proceso. Esto significa, sin más, que dicha tradición defiende una comprensión particular del ser humano y, a su vez, de lo que significa el fenómeno de lo moral.

El personalismo define al ser humano como una criatura única y excepcional; razón por la cual el concepto de persona se convierte en una unidad lógica indivisible desde la que se debe regir toda intervención clínica, médica, psiquiátrica o psicológica. Históricamente las raíces de la tradición personalista se encuentran íntimamente relacionadas con la teología católica. Algunos historiadores de la bioética afirman, por ejemplo, que la génesis del concepto se puede rastrear hasta la Alemania del siglo XVIII, en donde el término “der Personalismus” (Personalismo) fue utilizado por primera vez por F. D. E. Schleiermacher en su libro Über die Religion (Sobre la Religión) en 1799. No obstante, el consenso de la comunidad académica suele identificar a Tomás de Aquino como el fundador de la tradición personalista en general, y la tradición personalista en bioética de manera particular (Ciccone, 2005). En ese sentido, y tal y como ha sido defendido por la tradición católica, la idea de que el hombre haya sido creado a la imagen y semejanza de Dios es el factum que permitiría trazar una distinción radical entre este y los demás seres de la creación. Esta diferencia se explica en virtud de que el hombre es el único ser vivo capaz de habitar en una dimensión material como inmaterial de la existencia.

El hombre, al igual que el resto de las especies que están en la tierra, interactúa con el mundo a través su cuerpo, que bien puede reproducir funciones de otras familias y organismos; no obstante, el hombre también cuenta la habilidad de reflexionar, interrogar, juzgar y dominar todo lo que Dios le designo en virtud de un atributo que la tradición católica denomina como el alma, esto es, aquella imagen de Dios que se refleja en él y que lo hace radicalmente diferente del resto de especies que habitan la tierra. Esta sería, en principio, la razón que permite justificar el carácter original, excepcional y fundamental del hombre dentro de la tradición personalista: el ser humano es el único ser que tiene la capacidad para imponerse por encima de las otras especies y, a la luz de esto, imponer la voluntad de su creador en el mundo. Ahora bien, hasta este momento nos hemos concentrado en lo que la tradición personalista denomina el carácter único y excepcional de la vida humana, pero no hemos detallado las razones no teológicas que permiten entender el énfasis del personalismo. En ese sentido, una buena manera de entender el rango de esta afirmación es a través de la clarificación del concepto de persona y, en consecuencia, tratar de precisar qué tipo de licencias y restricciones posibilita dicho enfoque.

Así las cosas, la brecha que separa la vida humana de otros modos de ser es, desde una perspectiva personalista, el lugar desde el cual se debe fundamentar toda reflexión y práctica allende a la existencia de los hombres. El personalismo está preocupado por fundamentar el carácter distinto y excepcional de la vida humana, para lo cual se vale de un término clave en una buena parte de la tradición griega y humanista: el concepto de persona. Según los personalistas, el concepto de persona opera como una categoría que permite leer, descifrar y caracterizar la experiencia de los seres humanos en el mundo, así como su relación con otros. En sí mismo, el concepto de persona no designa mayores características sobre algo; no obstante, cuando el concepto de persona se incorpora con el de ser humano se articula una relación de identidad que permite diferenciar con mayor precisión unos modos de ser de otros. Según el personalismo, los seres humanos habitan, ante todo, un mundo que se encuentra ocupado por seres de su misma especie con los que se relacionan de diferentes maneras. Este mundo, siguiendo esa idea, se presenta a través de experiencias que cada individuo, es decir, cada ser humano registra y produce. Sin embargo, la posibilidad de compartir opiniones y puntos de vista sobre un mismo tema siempre se realiza desde un punto de vista personal, es decir, siempre se realiza teniendo en cuenta determinados detalles, intereses y objetivos. La experiencia es lo que nos vincula y comunica; no obstante, es el concepto de persona el que cualifica y diferencia el sentido y la interpretación del evento. Se podría decir, entonces, que frente a un mismo evento dos personas tienen experiencias distintas, es decir, cada persona mantiene el carácter único y excepcional que la dimensión teológica del argumento pretende introducir. Así las cosas, mientras el carácter individual de los seres humanos permite vincular al hombre en tanto miembro de una especie particular, el carácter personal es el que habilita distinguir el hombre del resto de especies y organismos que habitan la tierra.

Ahora bien, más allá del énfasis teológico de la discusión, uno de los aspectos más interesantes de la tradición personalista es que, a su juicio, las reflexiones sobre la bioética no son el motivo de su nacimiento, o mejor, no surgen a la luz de los problemas derivados de la relación entre técnica y vida. Tal y como lo hemos mencionado, diferentes historiadores de la bioética sitúan este tipo de discusiones a mediados del siglo XX, entre las décadas de 1960 y 1970; no obstante, la tradición personalista cree que asuntos como la regulación de la maternidad, la eutanasia y el significado cristiano del sufrimiento son temas que ya han sido abordados por el Magisterio de la Iglesia, incluso, antes de que existiera la bioética (Ciccione, p. 52). Siguiendo esta idea, la descripción del concepto de persona permite la posibilidad de vincularlo a un concepto clave para bioética occidental, a saber: el concepto de dignidad. Se trata, entonces, de identificar aquellas estructuras normativas y racionales que posibilitan la justificación de un determinado curso de acción en el plano de las decisiones clínicas, médicas, psiquiátricas, psicológicas y experimentales poniendo de manifiesto el carácter excepcional de la vida humana; toda vez que, para la tradición personalista la vida tiene un componente sagrado, es decir, se trata de una estructura inalienable en virtud, precisamente, de que el ser humano está hecho a imagen y semejanza de Dios. Así las cosas, además de convertirse en un concepto capaz de cualificar modos de ser, es decir, de distinguir la existencia humana de otras formas de ser, la alusión al concepto de persona también articula una serie de licencias y restricciones de las que es objeto el ser humano.

La vida física es un valor fundamental, condición de cualquier otro valor

La vida, dentro de la tradición personalista, no es la compleja relación que se da entre las estructuras físicas, biológicas y mentales que constituyen el cuerpo del ser humano, sino que se trata más bien de una donación temporal de la cual las personas no pueden disponer (no solo en el sentido personal, a la manera de un suicidio, sino tampoco a nivel interpersonal, a la manera de un homicidio). Así las cosas, en virtud del carácter único, exclusivo e inalienable la vida física debe convertirse en condición de necesaria del resto de principios y valores que gobiernen las relaciones humanas.

El respeto a la dignidad de la persona

Tal y como ha sido señalado por diferentes bioéticos personalistas, este principio se asemeja a la segunda formulación del imperativo categórico, a saber: tratar al otro siempre como un fin y nunca como un medio. Se trata, entonces, de reconocer el carácter único, fundamental y excepcional de la vida humana colocándolo en el punto más alto de los cursos de acción que ejecutamos día a día. El ser humano siempre debe ser el fin último de todas nuestras acciones; utilizarlo como medio, implica una destrucción de su dignidad.

El principio de la libertad-responsabilidad

Este principio, según la tradición personalista, consta de dos grandes conceptos que no pueden ser escindidos de cualquier toma de decisiones. Por un lado, se encuentra la idea escoger una alternativa clínica, psiquiátrica o psicológica de manera informada y voluntaria, esto es, seleccionar un curso de acción libre de cualquier tipo de fuerza externa que se lo imponga. Por otro, se encuentra la obligación de articular una serie de acciones y compromisos que permitan que la acción escogida sea respetada, y que a su vez se acoja a un marco compartido de valores. El principio de la libertad-responsabilidad resulta ser las dos caras de una misma moneda: de un lado se encuentra las decisiones libres y autónomas del paciente; por otro, se encuentran la función de profesional que tiene la tarea de respetar la decisión de su paciente y asegurar que su curso de acción se articule exitosamente en un marco de valores compartidos.

El principio de totalidad

Según la tradición personalista, existen contextos que obligan a prescindir de una parte de una persona cuando no existen medios para conseguir el bien de otro modo. Ahora bien, a pesar de que el fundamento del personalismo es el carácter unitario, sagrado y excepcional del ser humano, es importante resaltar que su cuerpo no es, en sí mismo, la categoría que contiene dicho valor. Según el personalismo, la persona sería el contenido, mientras que su cuerpo sería el contenedor. Se trata, entonces, de dos niveles lógicos completamente diferentes. Según el principio de totalidad, se puede disponer del contenedor si el contenido corre el peligro de ser destruido. Este principio suele aplicar, sobre todo, a contextos clínicos muy específicos.

Referencias

  • Austriaco, Nicanor O.P. (2011) Biomedicine & Beatitude. An introduction to catholic bioethics. Washington D.C.: The Catholic University of America Press
  • Ciccone, L. (2005). Bioética. Historia, principios, cuestiones. Madrid: Ediciones Palabra
  • Evans, J. (2012). “The theological Retreat and the Emergence of the Bioethics Profession”. En The history and future of bioethics. A sociological view. New York: Oxford University Press
  • Williams, T. y Bengtsson, J. (2018) "Personalism", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Summer Edition), Edward N. Zalta (ed.), URL = .
Visto 39381 veces Modificado por última vez en Viernes, 17 Julio 2020 16:49

1 comentario

  • Enlace al Comentario Edmundo Velásquez García Martes, 27 Julio 2021 18:32 publicado por Edmundo Velásquez García

    Muy interesante el tema, la bioética es según mi concepto una manera moderna de la conceptualización del ser humano, sus propósitos y fines.
    En este resumen se obvio la idea de la separación del alma y el cuerpo desarrollado en la escolástica durante la edad media, de tal forma que se podría torturar al cuerpo si por este medio se obtenía la salvación de su alma. Por eso el oscurantismo se desarrollo durante esta época de la humanidad, lo qual debería ser una etapa superada, sin que los religiosos se dan por enterados en la actualidad.

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