Modelos del razonamiento y juicio moral

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Ante una situación característicamente moral, ya sea por que involucra dilemas éticos o afecta las intuiciones morales, los individuos llevan a cabo diferentes procesos cognitivos para lograr comprenderla, dicidir y actuar sobre ella de alguna forma particular. En estas ocasiones ha ocurrido un juicio moral que puede ser práctico, dónde los comportamientos o acciones denotan una posición moral, o conceptual, cuando se formula específicamente un razonamiento que desemboca en un juicio de la situación. En el presente artículo se presentarán diferentes propuestas teóricas desde la psicología moral contemporánea que explican este proceso de toma de decisión; dichos modelos buscan responder, de forma empírica y descriptiva, la pregunta general sobre “¿cómo deciden las personas qué es lo correcto ante una situación?”

Ante una situación característicamente moral, ya sea por que involucra dilemas éticos o afecta las intuiciones morales, los individuos llevan a cabo diferentes procesos cognitivos para lograr comprenderla, dicidir y actuar sobre ella de alguna forma particular. En estas ocasiones ha ocurrido un juicio moral que puede ser práctico, dónde los comportamientos o acciones denotan una posición moral, o conceptual, cuando se formula específicamente un razonamiento que desemboca en un juicio de la situación. En el presente artículo se presentarán diferentes propuestas teóricas desde la psicología moral contemporánea que explican este proceso de toma de decisión; dichos modelos buscan responder, de forma empírica y descriptiva, la pregunta general sobre “¿cómo deciden las personas qué es lo correcto ante una situación?”

Teoría de los fundamentos morales y alternativas de cooperación

La teoría de los fundamentos morales – MFT por sus siglas en inglés- (Haidt, 2001; Haidt & Joseph, 2004; Graham et al., 2013) postula una dotación genética relacionada con el desarrollo de intuiciones morales que tienen que ver con conductas de protección del grupo, reciprocidad, cooperación y respeto a la autoridad. De acuerdo con ella, los sistemas morales son conjuntos de valores, virtudes, normas, prácticas, identidades, tecnologías y mecanismos psicológicas entrelazados, dirigidos a regular el egoísmo y hacer posible la cooperación. Los fundamentos morales incluyen el cuidado y la compasión, la justicia, la lealtad, la autoridad y la pureza (integridad). Años después Haidt señala la necesidad de mayor evidencia empírica para esta teoría (Haidt, 2007) y Suhler & Smith Churchland (2011) formulan la inclusión de otros rasgos de fundamentación moral, como la industriosidad. Haidt (2007) también formula el modelo de intuición social y sostiene que los juicios y las acciones morales son producto de procesos que han evolucionado de procesos de percepción más básicos, con contenido emocional; esos juicios morales son influenciados por circunstancias sociales o culturales y son previos al razonamiento moral, el cual puede considerarse como el conjunto de argumentos para apoyar el juicio ya emitido. En el libro posterior, Haidt mantiene su principio intuicionista y de los 6 fundamentos morales, los cuales hacen parte de los sistemas psicológicos de la mente humana como caja de herramientas (Haidt, 2012). Sus trabajos en el tema de las diferencias entre la psicología de los liberales y los conservadores pueden consultarse en el portal yourmorals.org

Curry (2019) analiza los problemas teóricos y metodológicos de la teoría de Haidt, entre ellos la falta de fundamento en una teoría de la cooperación o de cualquier otra de sus conceptos, y la omisión de fundamentos en su lista original, especialmente la omisión de los cuatro tipos bien establecidos de cooperación evolucionada: altruismo de parentesco, altruismo recíproco, altruismo competitivo y respecto por la posesión previa. Propone el nuevo enfoque de la Moralidad como Cooperación (MAC), según el cual la moralidad es una colección de soluciones, en términos de mecanismos biológicas y culturales, a los problemas de cooperación en la vida social humana. Dichos mecanismos motivan la conducta cooperativa y proporcionan los criterios de evaluación de la conducta de los demás. En ese sentido, la moralidad está constituida por esa colección de rasgos cooperativos (instintos, intuiciones e instituciones).

Curry (2019) analiza los problemas teóricos y metodológicos de la teoría de Haidt, entre ellos la falta de fundamento en una teoría de la cooperación o de cualquier otra de sus conceptos, y la omisión de fundamentos en su lista original, especialmente la omisión de los cuatro tipos bien establecidos de cooperación evolucionada: altruismo de parentesco, altruismo recíproco, altruismo competitivo y respecto por la posesión previa. Propone el nuevo enfoque de la Moralidad como Cooperación (MAC), según el cual la moralidad es una colección de soluciones, en términos de mecanismos biológicas y culturales, a los problemas de cooperación en la vida social humana. Dichos mecanismos motivan la conducta cooperativa y proporcionan los criterios de evaluación de la conducta de los demás. En ese sentido, la moralidad está constituida por esa colección de rasgos cooperativos (instintos, intuiciones e instituciones).

Con base en la teoría de juegos, Curry ha investigado en distintos lugares del mundo cómo cada tipo de cooperación identifica y explica un tipo distinto de moralidad: (1) La selección de parentesco explica por qué sentimos un deber especial de cuidar a la familia y por qué rechazamos el incesto. (2) El mutualismo explica la conformación de grupos y coaliciones y por qué valoramos la lealtad, la solidaridad y la lealtad. (3) El intercambio social explica la confianza en los demás, la reciprocidad, la gratitud, la culpa, el perdón, la reparación. (4) La solución de conflictos explica el involucrarse en situaciones costosas de generosidad y valentía. (5) La solución de conflictos también explica la expresión de humildad y deferencia a los superiores, y (6) explica la división equitativa y justa de recursos en disputa, y (7) explica el respeto de la propiedad ajena.

Teoría de los Dominios de Turiel

A partir de la formulación inicial de Turiel (1983), la teoría de los dominios se ha desarrollado como enfoque sociocognitivo del desarrollo moral, con un volumen importante de investigaciones en diversas áreas, con énfasis en la identificación y coordinación de los dominios de conocimiento social (Killen & Smetana, 2006, 2014). De ahí la propuesta que hace Smetana (2013) de la teoría del dominio social, para dar cuenta de las variaciones del juicio social, al interior de las sociedades y entre sociedades. La teoría sostiene que el juicio social incluye diferentes dominios conceptuales que muchas veces se traslapan con el dominio moral, por ejemplo, al incluir preocupaciones sobre los derechos y el bienestar, aunque los conceptos morales pueden distinguirse de una comprensión de las convenciones sociales (autoridad y normas) que se limitan al dominio social.

Turiel (2002, 2014) también asume que el pensamiento de los niños acerca de la moralidad incluye pensamientos en otros dominios sociales, de forma que ambos dominios son inseparables; sin embargo, mantiene que la investigación muestra tipos de pensamiento bien configurados en los tres dominios, el moral, el convencional y el personal y que el desarrollo de la moralidad ocurre dentro del dominio social, en el cual, la gente vive prácticas culturales y condiciones materiales que los enfrenta a injusticias y desigualdades, pero al mismo tiempo, a acciones de oposición y resistencia a ellos. En ese sentido, la moralidad es parte de las formas como la gente trata con lo correcto, lo incorrecto, lo bueno y lo malo, en la cotidianidad de sus relaciones sociales.

Zhu, Hawk & Smetana (2020) plantean que ambos dominios pueden distinguirse con base en criterios empíricos, con estudios que muestran que, a través de sociedades y grupos de edad, la gente mantiene que las preocupaciones morales son universales e inmodificables por consensos sociales o alguna autoridad, en contraste con las preocupaciones sociales, que son dependientes del contexto (reglas y autoridad). Sin embargo, cuando se trata de juicios acerca de asuntos complejos, están implicados ambos dominios, por ejemplo, en conflictos familiares, exclusión social, acciones desviadas al interior de grupos, temas de pornografía y aborto, actuaciones de autoridades colectivas y acciones que promueven los derechos individuales.

Al respecto, de este último tema, los autores proponen cuatro tipos de justificaciones para las acciones en conflictos al interior de las sociedades: las colectivas morales, que promueven la equidad e igualdad a expensas de intereses individuales; las colectivas sociales, que apoyan acciones colectivas en pro de mantener las convenciones y el orden social; las individuales morales, que apoyan acciones individuales que retan a las autoridades para promover la autonomía y el bienestar personal; y las individuales sociales, que apoyan acciones individuales que retan a las autoridades con base en convenciones y orden social.

Teoría triuna

Por otra parte, Narváez (2008, 2010) propone la teoría triuna, derivada de la teoría de cerebro triuno de MacLean (1990, como es citado por Narváez, 2010), como teoría interdisciplinaria para explicar las diferencias individuales en el funcionamiento moral. Propone tres éticas que guían la moralidad humana, que son sistemas morales producto de la evolución y tienen funciones motivacionales: la ética de la seguridad, relacionada con la autopreservación y el logro de posiciones dominantes; la ética de la conexión o relación, que establece lazos sociales, relaciones emocionales o de cuidado, y la ética de imaginación, que incluye búsqueda de formas creativas de pensar y actuar socialmente. Esta autora aclara que la postura ética puede cambiar de un momento a otro y que cada situación puede evocar una ética en particular. En su artículo sobre neuroeducación reitera que factores culturales y climáticos pueden promover una y otra de estas éticas y reconoce que las culturas ancestrales facilitan más el desarrollo moral (Narváez 2012).

Cushman (2013) revisa estos enfoques que se han formulado para explicar propiedades del juicio, la toma de decisiones y la conducta en varios dominios, aunque se mantienen debates sobre la caracterización de cada sistema y las limitaciones que han tenido las distintas propuestas, aún en el campo de la psicología moral, como ha sido la división entre los procesos emocionales y los racionales. Un enfoque ha sido hacer diferencias cualitativas en el contenido afectivo en cada uno de los sistemas, pero todavía esa distinción no ha sido bien articulada, ni se ha vinculado a la investigación en las neurociencias afectivas y cognitivas.

El autor refiere la identificación que ha hecho la neurociencia computacional de dos algoritmos para el aprendizaje y la elección; uno de ellos asigna valor a las acciones basadas en la experiencia y el otro deriva las representaciones de valor a partir de los modelos causales del mundo representados internamente. Considera que esa división entre representaciones de valor basadas en la acción y en resultados da un marco ideal a la teoría de sistema dual en el dominio moral. Su propuesta parte de los estudios con dilemas morales como el del vagón, porque ha sido muy utilizado e implica casos en los que aparece disociación entre procesos de juicio moral aplicables a fenómenos empíricos más amplios. De forma que sirven de base para el marco acción-resultado. Una característica de la propuesta es que ambos procesos deben tener contenido afectivo, con función de motivación para distintas conductas y el afecto puede ser provocado por diversos factores.

La evidencia de la división acción-resultado en el dominio moral viene de un estudio de la aversión de la gente ante acciones de daño simulado (disparar con un arma ficticia o golpear una muñeca plástica), en el cual se observaron respuestas periféricas y psicofisiológicas asociadas a la reacción aversiva ante las acciones; la reacción fue mayor cuando se pidió ejecutar las acciones que cuando solo se observaron o se ejecutaron los movimientos. Igualmente, de otros estudios de condena moral a acciones de daño por parte terceras personas que sugieren que esta se basa parcialmente en la aversión personal de ejecutar dichas acciones, así como de estudios de neurociencia computacional. A partir de estos últimos surgen la división entre los sistemas basados en modelos y los libres de modelos. Dado que cualquier teoría de juicio moral se refiere a la explicación de dilemas, Cushman enfatiza el papel que pueden jugar los mecanismos libres de modelo en la selección de opciones no utilitaristas, mientras los mecanismos basados en modelo explicarían las elecciones utilitaristas.

Sobre las aplicaciones de la propuesta de sistema dual a diversos aspectos del dominio moral, Cushman (2013) se refiere a tres de ellos: 1) la racionalización o justificación de acciones moralmente buenas o malas (con frecuencia se juzgan como buenas o malas por razones distintas a sus resultados, pero las razones posteriores de esos juicios sí se refieren a ellos) puede explicarse por los mecanismos basados en modelo, implicados en el razonamiento deliberado o controlado; 2) la filosofía moral, con la vinculación de las teorías deontológicas al sistema de representación de valor basada en la acción, y las utilitaristas vinculadas a la representación de valor basada en resultados. En cuanto al sistema libre de modelo, este se asociaría con los juicios deontológicos, lo que ilustra su raciocinio funcional: son una compresión eficiente de la experiencia pasada en una representación de una política que tiende a maximizar la recompensa. Con esta mirada, el sistema de representación de valor libre de modelo también podría asociarse con reglas utilitaristas de maximización del bienestar, lo que resalta la importancia del sentido en que las reglas deontológicas (la representación de valor basada en la acción) pueden justificarse normativamente. 3) Los valores sagrados o protegidos, definidos como las normas morales que prohíben de forma categórica una acción y proscribe de forma específica la posibilidad de cualquier negociación de maximizar su utilidad. Esto implica la formación de un tabú contra las negociaciones, lo que mantiene una insensibilidad hacia el resultado final de la acción proscrita, como sucede en numerosas religiones con las normas y los rituales obligatorios. Por ejemplo, los resultados de investigación que muestran menor peso de la compasión en la varianza explicativa de la conducta prosocial en personas religiosas, pueden deberse al valor intrínseco que otorgan las religiones a las acciones prosociales, en vez de derivar el valor a partir de los resultados de este tipo de acciones.

Cushman critica algunas utilizaciones ligeras o simplificadas del modelo de sistema dual, por ejemplo, referirse a Sistema 1 o Sistema 2, sin hacer las respectivas precisiones, sobre todo en el dominio moral, en el cual es necesario diferenciar los mecanismos de representación de valor (a las acción o a los resultados) o los derivados de los algoritmos del aprendizaje de reforzamiento que aclaran fenómenos del juicio moral y la toma de decisiones y permiten explicar ciertas representaciones mentales como constituyentes de “estados” y ciertos procesos de pensamiento como constituyentes de “acciones”. No obstante, el autor también refiere las limitaciones del enfoque de sistema dual, entre ellas, el tipo de normas morales a las que se puede aplicar (en el caso del incesto, la aversión parece tener bases innatas, por ejemplo); las diferencias entre control cognitivo (que puede imponer una estructura de reglas al proceso de decisión), razonamiento basado en modelos y evaluación de resultados, que crean tensión entre los sistemas propuestos, porque las reglas basadas en la acción (marco legal, religión, etiqueta social) se transmiten culturalmente a través de procesos cognitivos controlados, es decir, presentan un caso aparente de evaluación basada en la acción que opera vía mecanismos basados en modelos (memoria de trabajo y función ejecutiva). La solución a este conflicto aparente tiene dos vías. La primera, el poder de las reglas basadas en la acción está en la capacidad para ser asimiladas en un sistema automático apoyado por las representaciones de valor libres de modelo. La segunda, la intervención del procesamiento basado en reglas puede deberse a mecanismos libres de modelo que valoran la acción cognitiva de implementar la regla. De todas formas, Cushman reconoce la tensión inherente a cualquier intento de explicar fenómenos psicológicos complejos a través de mecanismos computacionales, pero al mismo tiempo, si no se entienden los mecanismos específicos, no es posible explicar el fenómeno general. Esta tensión dificulta la investigación del juicio moral que exige múltiples niveles de análisis (entre ellos, evolutivos, históricos, culturales, sociales, neuronales), pero los logros de la neurociencia computacional pueden ayudar a aclarar los sistemas que soportan las dos representaciones de valor revisadas.

Modelos relacionales y motivacionales

Rai & Fiske (2011) argumentan que para elucidar las bases del juicio moral, deben aceptarse sus fundamentos en las características de las acciones en los contextos sociales relacionales en donde ocurren, de manera que la psicología moral ha de reconceptualizarse como integrada en la cognición social relacional, en tipos particulares de relaciones sociales. En ese sentido, se hace evidente que las intuiciones morales no se basan en principios asociales de acciones correctas, sino en las relaciones sociales donde tienen lugar. Este enfoque socio relacional de la psicología moral, en su forma más fuerte, implica que no puede determinarse el estatus moral de una acción por fuera del contexto socio relacional donde ocurre (en la línea de las perspectivas conductistas y contextualistas). Una misma acción puede juzgarse como correcta, justa, honorable, o virtuosa en un contexto, y como moralmente incorrecta en otro contexto. Para estos autores, la integración de la psicología moral en la cognición social relacional permite unificar hallazgos y teoría de la psicología moral, cultural, social y del desarrollo, para comprender la cooperación, el conflicto y la violencia; los juicios y nociones de virtud, de justicia, lealtad, prejuicio, entre otros temas de relevancia social. Este enfoque de la psicología moral hace dos predicciones: que hay distintos motivos, obligaciones y violaciones morales que corresponden a cuatro tipos básicos de relaciones sociales o modelos socio relacionales (planteadas en la teoría de Fiske descrita anteriormente), que evocan sus correspondientes motivos y evaluaciones morales. Los cuatro motivos morales fundamentales que plantean los autores son: unidad, jerarquía, igualdad y proporcionalidad.

Para Rai y Fiske, la universalidad en la psicología moral resultaría de que todos los individuos en todas las culturas basaran sus juicios y conductas morales en el mismo conjunto de motivos morales para regular las relaciones sociales; pero existen diferentes modelos socio relacionales, debido a la diversidad de individuos, instituciones, ideologías y culturas y, además, un mismo modelo puede implementarse de forma distinta en un determinado dominio de la vida. Con base en este enfoque, los desacuerdos morales reflejan posiciones morales genuinamente distintas que no pueden atribuirse de manera simple a diferencias en el conocimiento o el razonamiento lógico entre las partes. Una consecuencia de ello es admitir la existencia de perspectivas morales legítimas que son irreconciliables.

Rai & Fiske (2011) consideran irónica la separación entre moralidad y contexto socio relacional que aprecia en varios psicólogos y filósofos morales, para quienes la variación en juicios y conductas se tiende a atribuir a sesgos egoístas o sociales, o a diferencias en el desarrollo cognitivo y emocional que determinan la habilidad individual de seguir juicios morales “verdaderos” (comillas en el original). Aunque los autores no usan las categorías de modelos internalistas y externalistas, diríamos que este grupo de autores pertenecen a primera categoría (teorías internalistas). Rai y Fiske, como todos los autores con perspectivas externalistas y contextualistas tienen suficiente evidencia en los estudios antropológicos, históricos, de la psicología social, la psicología cognitiva, la psicología evolucionaria y la economía conductual, en los cuales se ha demostrado que casi todos los razonamientos y juicios no se dan en abstracto, sino que dependen de contextos y condiciones particulares. La teoría de base de Rai y Fiske sostienen que:

El centro de la psicología moral consiste de motivos para evaluar y guiar los juicios y comportamientos (incluyendo habla, emociones, actitudes e intenciones) propios y de otros, con referencia a modelos prescriptivos de relaciones sociales. La falla en comportarse de acuerdo con las prescripciones relacionales se considera una transgresión moral y lleva a sentir culpa, vergüenza, disgusto, envidia o rabia. Esas emociones motivan sanciones que incluyen disculpas, compensación y rectificaciones, auto-castigo y modulación o terminación de la relación. La psicología moral también abarca interés por y obligación hacia los otros con quienes se tiene relación, junto con emociones positivas asociadas como compasión, lealtad y admiración (pg. 59).

Al parecer, estos autores se refieren a psicología moral no solamente como campo disciplinar, sino como objeto de estudio (el funcionamiento psicológico relacionado con lo moral, o la moralidad).

Rai y Fiske usan el término motivo en el sentido de motivación del comportamiento requerido para regular y mantener las relaciones. Los motivos tácitamente guían juicios y acciones, pero no necesariamente se espera que la gente sea capaz de explicarlos de forma espontánea en términos de esos motivos morales o de afirmar sus juicios en forma de reflexión consciente. Además de reconocer los motivos morales, se requieren características personales para conformar relaciones de varios tipos y para evaluar el potencial relacional de otros. Dentro de estas características, los autores mencionan honestidad, amabilidad, diligencia, autocontrol, entre otras; igualmente especifican aquellas más relevantes en determinados tipos de relaciones y mencionan que su valencia puede cambiar, en función de circunstancias sociohistóricas y contextos.

Rai & Fiske (2011) proponen su enfoque como un modelo científico de psicología moral que no pretende abarcar todo lo que incluye un modelo popular, pero sí aspectos de la psicología que ese modelo popular no contempla como moral. En esa dirección, postulan la teoría parsimoniosa de que la moralidad funciona para sostener las relaciones sociales, de manera que la psicología moral cambia en función de los cambios en la psicología socio relacional. La bondad de su teoría la ubican en que explique de forma clara fenómenos psicosociales en términos de regulación de relaciones, independientemente de que esos fenómenos correspondan o no al dominio tradicional de la moral en una cultura particular. Entre los enfoques teóricos que han considerado la posibilidad de una moralidad social relacional, mencionan el de Joan Miller, las teorías de rol, las de identidad relacional y los enfoques culturales de la psicología social que postulan que la gente se comporta de acuerdo con la cultura, la cual incluye normas y obligaciones morales particulares. También mencionan a Jeske (2008, como es citado en Rai & Fiske, 2011), en la filosofía, y las formulaciones de formas de justicia distributiva orientada a la equidad, la igualdad y la necesidad, que varían en función de los dominios sociales y los grupos (por ejemplo, Clayton & Opotow, 2003; Folger, Sheppard, & Buttram, 1995, como son citados por Rai & Fiske, 2011). Para los autores, se ha minimizado el impacto de esas conceptualizaciones relacionales en la psicología moral porque no han proporcionado una explicación cimentada de los tipos de obligaciones, roles, identidades relacionales o dominios sociales relevantes, ni de sus variaciones culturales; eso justifica el interés por una taxonomía propia de las relaciones sociales para identificar las bases para los juicios y las conductas morales centrales.

Al referir los modelos sociales de ordenamiento de los individuos a lo largo de una dimensión particular para saber la posición relativa del individuo en una jerarquía lineal, por ejemplo, en términos de dominancia-subordinación, adultos-niños, de edades, géneros, rango militar, mencionan que el motivo moral en esto modelos es la jerarquía, dirigida a crear y mantener ordenamientos lineales en los grupos sociales. Para los autores, las jerarquías no son inherentemente inmorales o indeseables, como en el caso de las teorías de dominancia social o de justificación del sistema, ni surgen de la coerción o la fuerza; como se ha encontrado en muchas culturas, las jerarquías se perciben como inevitables, necesarias y legítimas, de manera que para el enfoque relacional planteado, los motivos de jerarquía crean expectativas morales de que los individuos superiores en la jerarquía están obligados a mejores cosas que los que están más abajo y de que son moralmente responsables de estos, pero también la expectativa de que merecen privilegios.

En el mismo tema de los motivos morales Janoff-Bulman & Carnes (2013) proponen dos moralidades basadas en el grupo, con orientación comunal, pero motivos morales distintos: Orden social/Solidaridad comunal, y Justicia social/responsabilidad comunal. Las dos moralidades tienen implicaciones para la homogeneidad intragrupo y el conflicto intergrupo; el modelo incluye dos formas de regulación moral (protección/prescripción – proscripción) derivados de los trabajos en autoregulación y distinguen entre aproximación conductual/sistema de activación y evitación conductual/sistema de inhibición.

Bibliografía

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